5 ideas para pensar en rojo (intérpretes y estudiantes de música clásica)

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Pasada la tormenta (continuando con el tema del post anterior…) los músicos clásicos y todos los que nos dedicamos al sector volvemos a retomar la actividad con enorme entusiasmo y frenesí. Aún mareados por la experiencia vivida durante lo más álgido de la pandemia hacemos de tripas corazón afinando instrumentos, cuerdas vocales, contactos y proyectos…ofreciendo en muchos casos nuestros trabajos y servicios por una remuneración que profesionales de otros sectores no aceptarían nunca. Y es que con tal de subir a un escenario o desarrollar un proyecto cultural somos capaces de todo, de darlo todo, de darnos del todo…

Al fin y al cabo somos trabajadores de la Belleza, y por ello estamos dispuestos a pagar un precio muy alto, es tan alto que podríamos no cobrar y hasta no comer si hiciera falta. Por un lado el placer que se experimenta en un escenario, en un acto de comunicación único con el público, es tan inmenso para un intérprete que se convierte en una necesidad vital, pero por otro lado son muchos los años de preparación y la inversión en una carrera de la que vivir sigue siendo hoy en España bastante incierto.

Son muchos los contratadores que observan como se desenvuelve esta situación también emocional en tiempo real y van mercadeando con los que para mí son profesionales del más alto rendimiento (físico, emocional y mental), artistas que durante la pandemia han acompañado la soledad y la incertidumbre de muchos, sosteniendo la salud mental de la población en los peores momentos. Intentan convencernos del poco valor económico de la profesión y del enorme esfuerzo que conlleva soportar económicamente estas actividades de perfil artístico. Y lo peor es que les creemos.

Y es que amigos músicos…¡en los conservatorios nos han enseñado a pensar en verde!, en la técnica, en el arte, en la excelencia y sublimación de nuestro talento al servicio de la audiencia, del reconocimiento externo, de su aprobación o desaprobación, de su valoración o desvaloración. Mientras esto sigue ocurriendo en la formación académica musical del siglo XXI, a profesionales de cualquier otro sector se les está preparando a lo largo de la carrera universitaria para pensar en rojo, en distintos tonos de rojo, a mezclar colores hasta que por fin les sale rojo. Y al terminar los estudios y obtener la titulación superior o universitaria todos nos encontramos en un mercado laboral igualmente competitivo y voraz.

¿Y qué es pensar en rojo?.

  • Pensar en rojo es pensar en productividad económica, en adaptar nuestro servicio al mercado, en abrir nuevos mercados.
  • Pensar en rojo es innovación, ser capaz de definir una idea de negocio (porque no todas las ideas son un negocio), y llevarla a cabo.
  • Pensar en rojo es definir objetivos, analizar la realidad y apoyándonos en nuestros puntos fuertes y valores poner en marcha un plan de acción con metas específicas, retadoras, medibles y realistas.
  • Pensar en rojo es estar dispuesto a fracasar una y otra vez y volver a empezar.
  • Pensar en rojo es ser capaz de poner los límites y decir, no, por ahí no paso. Sin miedo, sin acritud, sin «dramma», poniendo en valor lo que sabemos hacer desde el autoconocimiento y la autoconsciencia. Apuntando alto pero con los pies firmes en el suelo.

    Y esto debería enseñarse en los conservatorios y universidades de música, que por fin las hay. Donde debería ser normal a lo largo de la carrera del músico desarrollar un plan de emprendimiento y contar para ello con mentores y coaches que acompañen el camino de los nuevos profesionales y les den orientación estratégica.

Lo más difícil ya lo tenemos hecho, ahora nos toca pensar en rojo.


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